jueves, 6 de octubre de 2011

Lo que el yoga ha hecho por mí.

Sentada sobre una piel de borrego, vestida de blanco con un turbante, una vela encendida a un lado y al otro su ipod con música relajante... Así conocí por primera vez a la que seria mi maestra de yoga: Rocío, mi fuente de paz, durante todo mi embarazo. Tome clases de yoga desde las 14 semanas ya que leí que el estres de la madre afectaba directamente al bebe durante el embarazo, por lo que me interesaba mantenerme relajada.
"Inhala, omg namo guro dev namo... Relaja..." Así comenzábamos.

Eramos una clase pequeña lo que nos permitía compartir nuestras dolencias y achaques y la maestra siempre trataba de encontrarnos un alivio. Todas las meditaciones y ejercicios que hacíamos eran para calmar nuestra mente y fortalecer nuestro espíritu, prepararnos físicamente para un posible parto natural, hacernos conscientes de lo fuerte y poderosas que somos. Bailábamos, gateábamos, pintamos mandalas, nos parábamos firmes como si de los pies nos salieran raíces... Nos enseño videos de partos naturales humanizados, nos maravillabamos viendo lo vivarachos que salían los bebes y la alegría con la que las mujeres parían. Compartíamos lo que aprendíamos en la clase de lactancia y nos convencíamos aun mas de la importancia de hacerlo de forma exclusiva y a libre demanda. Nunca se nos impuso un "método de respiración para parir", al contrario, nos enseño a respirar como mejor nos funcionara en ese momento siempre con el objetivo de soltar, liberar, aflojar, abrir. Entendimos que cuando sentimos dolor lo normal es que "tensemos" el cuerpo, pero si en lugar de eso "soltábamos" el dolor disminuiría. Además aprendimos la diferencia entre sentir dolor y sufrir.
24 primeras hrs. de vida. Sereno.
Platicábamos mucho. La maestra nos decía que cuando un grupo de mujeres se sentaba a platicar se volvían sabias. La clase duraba 1hr pero siempre nos colgábamos mas tiempo. Antes de finalizar la clase nos daba unos minutos para relajarnos: "liberen sus pensamientos, no se enganchen con ellos, dejenlos pasar"... Nunca, hasta entonces, había sentido lo que era estar completamente relajada. Esos 3, 5 o 10 min (nunca supe cuantos eran) eran de completa paz y armonía: mi bebé se sentía tranquilo y seguro, sabia que mi esposo estaba bien, mi mamá estaba bien, mi familia, mis amigos, todo mi mundo... Y esos minutos de paz me duraban todo el día. Nos despedíamos con la canción de "El eterno sol" y con ella rodeábamos de luz mentalmente a nuestro bebé y a nuestros seres queridos.  


Practique yoga hasta una semana antes de que Nelson naciera. Fue un nacimiento tranquilo y en armonía. Muchos comentaban lo "sereno" que se le veía. Sin duda, el yoga tuvo mucho que ver en ello. Como me sirvió el yoga las primeras semanas de lactancia... Como me sirvió el yoga en las largas madrugadas de desvelo... Y aun nos sigue sirviendo.

Amamantando con conciencia.

Regresamos a yoga cuando Nelson cumplió los 3 meses. Ahí nos reencontramos con Norma y Adrian (quienes también tomaron clases durante el embarazo) y con nuestra maestra. Fue muy agradable volver a juntarnos y fue impresionante la forma en que los bebés reaccionaban a la voz de Rocío: la reconocían. Y que emotivo volver a escuchar "El eterno sol" ahora ya con nuestros bebés en brazos.

Relajándose.

Desde ese día llegamos 2 veces por semana, nuestras clases son totalmente distintas ya que dependen mucho de los ánimos de los bebés, pero aunque lo único que nos permitan hacer sea platicar no lo cambio por nada. Reconfortan mi cuerpo y mi espíritu y el de mi hijo también.
 

A un año de conocernos Rocío, te agradezco el tiempo que compartes con nosotros, tus atenciones, tu cariño y tus enseñanzas. Lo que el yoga ha hecho por nosotros es mucho y te lo debemos a ti. Sat Nam.
Pequeños yoguies.
Adrian, Rocío y Nelson.