lunes, 4 de febrero de 2013

9 cortos meses.

Estoy convencida de que por algo son nueve meses (y no tres o quince) el tiempo de duración de un embarazo y es que es el tiempo perfecto para pasar de la sorpresa a la adaptación y la expectativa. Durante mi primer embarazo la espera se me hizo eterna. Tanto había deseado y planeado que las semanas se me hacían tan largas... Durante mi segundo embarazo todo sucedió muy rápido. Desde el embarazo mismo. Un día me entere que estaba embarazada y ahora la tengo sobre mi regazo mientras escribo con una mano.
Todo fue distinto. Debo confesar que le di menos atención a la panza que con el primero. No hubo sesiones de música de Mozart ni masaje con crema de almendras tres veces al día. No hubo sesión de fotos ni bordado de baberos. Mucha de mi atención se volcó a pasar el tiempo con bbzote, disfrutar nuestro tiempo juntos.
Recuerdo que recién me entere que estaba embarazada me preguntaba para mis adentros como le haría para seguir cargando a bbzote (con sus 13k), arrullandolo sobre su cojín y metiéndolo a la cuna cuando estuviera panzona, y verdaderamente era una pregunta que me angustiaba. Fue el tiempo quien se encargó de responderla. Esa y muchas más. Hasta el último momento en que estuve embarazada pude cargar a mi hijo. Más bien desde el primer y hasta el último momento pude cargar a mis HIJOS. Ellos mismos se las ingeniaron para que así fuera: bbabordo se acomodó casi todo el tiempo del lado derecho de mi panza ya que el lado donde se recargaba bbzote cuando lo cargaba era el izquierdo. Y así como ellos, se fueron acomodando las emociones y sensaciones durante nueve cortos meses.

Cuando vine a ver bbabordo estaba cargada en los brazos de su padre frente a mi observándome con esos enormes y profundos ojos quien sabe aún de que color. Y aquí es donde todo se vuelve igual: el torrente de amor y cuidados, el miedo y la incertidumbre, el embriagador olor a recién nacido, el reconocer sus sonidos y movimientos y establecer una conexión única.
Ahora estoy convencida de que tengo dos manos para tomar en cada una a mis dos hijos. Y aunque no tengo un corazón para cada uno, sino uno para los dos, fueron ellos los que se encargaron de acomodarse dentro de tal forma que para ambos hay.










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